La mentira y el engaño,
aliñadas con la ineptitud,
la falta de escrúpulos,
el nepotismo, la corrupción
y el despilfarro en lo no necesario,
provocan rechazo, desafecto
y desconfianza en la multitud,
afectada por la nefasta política
gestión.
El descontento “ se nota, se palpa, se
siente,
está presente “.
Metiendo en el mismo saco
a todos los entes y personajes
públicos,
no se acierta a distinguir.
Diferencias las hay; pero el
discernimiento
viciado se decanta por la ciega
pasión,
la prebenda económica regalada,
“ cantar las virtudes “ del pagador
y denostar al opositor.
La política en abstracto no es la
culpable,
sino la maliciosa o negligente forma
de ejercerla y los sectarios que la
comandan.
Si el desagrado va en aumento,
la crispación y la confrontación no
amainan,
siguen cercenándose parcelas de la
libertad,
y no se respetan las reglas de juego
democrático,
esto puede “ acabar como el rosario de la aurora
“.
Se sabe cómo pueden empezar “ las cosas
“,
pero no cómo pueden acabar.
Vamos de mal en peor.
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