Sin acreditados currículos
empresariales
en la esfera de lo privado, no se
debería
aspirar a gestionar y administrar las diversas
parcelas
de lo público ni el patrimonio
común.
La falta de valía y de experiencia deberían
ser
inhabilitantes, para ejercer cargos
públicos
relevantes. Superadas las pruebas
correspondientes,
y evidenciada la ejemplar rectitud
ciudadana,
se abrirían las puertas de acceso a la
política.
Aún así, siempre cabría la posibilidad de
que
se colaran corruptos o propensos a
dejarse
sobornar y pervertir. El dinero, la avaricia y la
ambición
aflojan los resortes ético-morales, que en
principio pudieron tenerse, dejando
resquicios
por los que penetran los malignos bichos y
vicios.
De ahí, la necesidad de supervisión y control
eficientes, que
activen la alarma cuando los
admitidos o elegidos empiecen o tengan ganas de “
tragar “.
Frente a la tolerancia, la “ vista gorda “,
el aprovechamiento y el falso
compañerismo:
¡ Denuncia, sin ataduras ni compromiso !
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