Las palabras Paz y Amor
son consignas diarias;
deseos bienintencionados,
que se los lleva el viento,
cuando no nacen del corazón.
Para que sean efectivos,
no hay que dirigirlos sólo
a los familiares y amigos,
sino extenderlos también a los
distantes contigo.
Una sonrisa, un saludo cortés y
la mirada limpia en los ojos,
son el anticipo del seráfico
“ Paz y Bien “.
Juntos debemos remar,
para que cesen las hostilidades,
que enfrentan a pueblos y gentes,
aun sabiendo que es la permanente
utopía de la Humanidad.
No hay que resignarse ante la fatalidad.
Cada cual puede aliviarla a su manera,
si regala cordialidad y fraterna solidaridad.
Cuando priman los intereses
y diferencias, como es habitual,
se levantan muros y barreras,
que sólo se pueden derribar con
paciencia y constancia, para levantar
la nueva ciudad pacífica, en la que
florezcan la Fe, la Esperanza y la Caridad.
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