“ Secreto entre dos, no es secreto “;
pronto o tarde trascenderá.
Basta advertir que no se diga a
nadie,
para que, boca a boca, se transmita,
con la advertencia: “ Es de mí para
ti,
te lo digo confidencialmente, lo sé
de buena tinta, no es un chisme más
”.
Llega un momento que el secreto
corre como la pólvora, desoyendo
la máxima de “ En boca cerrada,
no entran moscas “.
Las materias “ clasificadas “
entrañan
de por sí la atracción por averiguar su
contenido,
y saber qué se “ ha cocido “ o se “cuece
“
por diferentes motivos, obedezcan a intereses
nacionales,
profesionales,
históricos, periodísticos, de espionaje
o de otro ropaje.
A menudo se contraponen el deber de
investigar,
informar y el de guardar absoluta
reserva;
pero siempre hay fisuras por donde se escapa,
se filtra o se obtiene lo que se “ clasificó “.
“ La información es poder “, se
compite
por ella; se compra y se vende.
Algunas de las que se clasifican,
tal vez no merezcan estar blindadas
y tan duramente sancionadas.
La “ Espada de Damocles ” pende
sobre
los osados, que quieran entrar en terrenos
vedados.
Viene a la memoria el eslogan “ Prohibido
prohibir “,
popularizado en Francia en 1968.
Pero hay que poner límites para que en toda
sociedad
se pueda vivir en paz, justicia, orden y
responsable libertad.
El reto es encontrar el adecuado punto
medio.
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