sábado, 15 de junio de 2013

DEBATES Y TERTULIANOS.

 

La persona ponderada capta la visceralidad de los conceptuados como sectarios, pero valorar el grado de intransigencia depende del punto de vista que el simple espectador tenga sobre el asunto que se debate. Suele suceder en las tertulias y los debates televisivos y radiofónicos, cuando alguno de los interviniente evidencia un componente ideologizado extremo con el que trata de adoctrinar a la audiencia.

Para incrementarla, pretextando dar voz a opiniones diferentes- que en puridad es loable si ayuda a enriquecer la controversia- se invita a  ciertos personajes de los que ya se sabe su izquierdosa radicalidad y, por tanto, el choque dialéctico es inevitable, quedando asegurado el espectáculo del que dispensa licencias de democracia cuando su referencia es la dictadura asamblearia y popular.

Mientras se produce el pugilato dialéctico, en ocasiones y por momentos reconducido a monólogo en el que se explaya con su exposición demagógica, el resto de los contertulios esperan pacientes el momento de intervenir, en el que exponen y confrontan sus puntos de vista con el interlocutor discrepante, dándose casos de aproximaciones sobre alguna cuestión pese a las personales diferencias ideológicas.

Cuando éstos son políticos en activo, mantienen el retórico argumentario del respectivo partido, por convicción o por la cuenta que les trae, aun cuando a veces digan que hablan a título personal. Pocos son los versos sueltos que se escuchan.

Ocurre que, esporádicamente, aparecen como invitados personas que son un lujo en determinados saberes. Su presencia despierta expectación y cuando hablan se produce un respetuoso silencio.

En cualquier caso, hay un exceso de este tipo de debates repetitivos, sin tiempo, ni espacio, para que se aborden los temas con el rigor, el desapasionamiento y la profundidad que cabría esperar, como los de “ La clave” que conducía José Luis Balbín un día a la semana.

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