martes, 18 de junio de 2013

LOS DESAGUISADOS EN LA ADMINISTRACIÓN.

 

A día de hoy queda en el aire si la atribución de la venta de ciertas propiedades inmobiliarias por la Infanta Cristina, lo que ésta desmiente porque nunca fueron suyas ni por tanto pudo vender, obedeció a un error de Hacienda, de otros que desencadenó la cadena de fallos, o si se trata de algo premeditado por no se sabe quién.

En cualquier caso, al tratarse de la hija del Rey, tiene la lógica repercusión mediática y, admitiendo en principio el supuesto de error o negligencia de Hacienda, lleva a recordar los muchos que se producen en las distintas esferas de la Administración en perjuicio del ciudadano que, por lo general, sufre un auténtico calvario cuando trata que se deshaga el entuerto, debido a la fría y arrolladora maquinaria burocrático-administrativa.

Cuando pasado el tiempo, se desvanecen los sinsabores o pesadillas por dar la Administración su brazo a torcer, ésta no exige responsabilidad al funcionario que incurrió en el inexcusable yerro o descuido. Nada pasa, hasta el próximo, que no tardará en producirse al no haber sido sancionado por el anterior o sucesión de ellos.

Un simple error o descuido, sin mayores consecuencias, lo tiene cualquiera, por eso se ha aludido al inexcusable, máxime si acarrea perjuicios a terceros. Las solas molestias e inquietudes que originan los indisculpables, ya constituyen un perjuicio al administrado, con el añadido del desprestigio repercutido en contra de la Administración de que se trate.

La actitud del funcionario, ejemplar en su mayoría, no se corresponde con la rechazable de notorias minorías. Si, como suele suceder, es pro activa y eficiente, orientada a prestar un buen servicio a los demás, ayuda, reconforta, crea empatía y minimiza los efectos nocivos de todo deficiente acto administrativo. Por el contrario, descorazona y los aumenta la actitud displicente y pasiva del distante y altivo que no muestra interés por el asunto que sometes a su consideración.

La defectuosa supervisión, el escaso control, el escudo protector del jefe renuente a admitir sus fallos, o los causados por quienes de él dependen, defendiéndoles con un acomodaticio paternalismo, y un mal entendido compañerismo, en ocasiones motivado por no tener o meterse en líos, en parte favorecen, cuando se producen, que los desaguisados de la mastodóntica Administración estén al orden del día.

1 comentario:

  1. En el feudalismo ya existía una administración al servicio del señor.No es casualidad que la palabra "administración" derive,en uno de sus significados,del latín "minus",inferior o servidor.De ahí,los servidores del Estado que son quienes trabajan en la Administración.Pero el problema se plantea cuando algunos trabajadores de la Administración también se creen feudales.¿Cuál es el motivo?Que no están por méritos propios(oposiciones de verdad,etc),sino que deben el cargo a un "señorito",y se les pega el estilo de éste.
    Sin embargo,quien paga a los funcionarios es el pueblo con sus impuestos,y el pueblo es quien sostiene el Estado.Por lo tanto,lo menos que merece es que se le trate bien,y que su contribución económica sea bien administrada en beneficio de todos y no en el de unos cuantos aprovechados

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