La juez Mercedes Alaya, encargada de la instrucción de las sinvergonzonerías de los ERE de Andalucía y las de Mercasevilla, transmite seriedad y escrupulosidad en su cometido. No es dada a los focos, aunque no puede evitar que se centren en ella a las salidas y entradas de su Juzgado arrastrando con aplomo y decisión su carrito-maletín. Elegancia discreta en el vestir y encantador físico no al uso , complementan el misterioso embrujo de esta esforzada Juez que, al decir de quienes la conocen, destaca por su concienzudo trabajo y la aséptica profesionalidad.
Su hierática mirada fijada al frente, acompañada de su recto y firme andar, parecen revelar el imperturbable y prudente camino que debe recorrer la Justicia para llegar a su fin, por muchos obstáculos que tenga que sortear. Sus ojos no destellan alegría, y es que, además de soportar con estoicismo los dolores faciales o cefaleas que a veces le afligen, tienen que leer y desentrañar miles de folios que supuran hediondez.
Indoblegable ante las presiones y discreta mujer, ésta es la Juez que trata de desenmarañar esa tupida red delictiva. Inspira respeto por su seriedad, no dada a cambalaches ni a la adulación, y piedad por las diversas asechanzas que contra ella deben maquinarse por quienes están, o pueden estar, implicados en tales tramas de corrupción que durante tanto tiempo han campado a sus anchas en el cortijo socialista.
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