El rédito de la violencia gratuita
es la sola satisfacción por
ejercerla,
sea individualmente o en grupo.
No precisa de objetiva motivación,
consistiendo en dañar por dañar
en base a una agresiva y latente
pulsión.
Por un pretexto baladí, un mal
interpretado gesto, por puro incivismo,
y sin un comprensible porqué, se
desata
la maldad que anida y reposa en el
interior.
Puede aflorar como desahogo
de conflictos internos, la
influencia
de nocivas adiciones, trastornos
de la personalidad, diversas fobias,
o por otras anímicas reacciones
sin lógica ni racionalidad.
La violencia gratuita, sea verbal o
física,
pese al daño que causa a personas,
cosas, creencias y al orden social, es a la vez,
por paradójico que parezca, principio y fin en sí misma:
una anomalía del ser humano que,
tras desplegarse y actuar, vuelve
y se refugia en los adentros del
mismo,
hasta que vuelve a salir.