La ministra de Sanidad, Mónica García ,
anunció alborozada el aumento
progresivo
de las interrupciones voluntarias del
embarazo,
llamadas abortos en román paladino.
El Gobierno quiere “ rematar la faena “,
proponiendo su presidente, Pedro
Sánchez,
incluir en la Constitución el derecho
al
aborto, blindando lo contemplado por la
Ley.
La corriente “ matarife “ obstaculiza las
iniciativas
de informar a las mujeres sobre el
posible
síndrome o trauma post-aborto, del que
hay
posturas encontradas; pero no se puede
negar
la evidencia de los casos en que se
da,
traducidos en sentimientos de culpabilidad,
depresiones,
alcoholismo y otras subsiguientes
afectaciones.
A la citada información se suma la oferta de
ayuda,
dispensándose escucha y compresión para
salir,
si lo desea, del angustioso trance en que
se
encuentra la mujer y opte por ser
madre.
Es un compromiso por la vida contra la “
cultura
de la muerte “. Pero hay gente que no lo
acepta
ni lo siente. En el vientre de la mujer
embarazada
no hay una cosa ni una parte de su
cuerpo,
es la semilla viviente destinada a ver la
luz.
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