Se dice que Maduro está viendo
las orejas al lobo, que está contra
las cuerdas y que su final se
acelera
para bien de Venezuela.
Si así aconteciera, como parece, la libertad
y la democracia,
reclamadas con insistencia
por los subyugados venezolanos,
empezarían a andar en el país
caribeño.
Miles de huidos y exiliados ansían
volver a la tierra que les vio
partir,
y abrazar a sus seres queridos que
quedaron allí, sufriendo bajo la
bota
de la dictadura narco-terrorista,
impuesta por el camionero chavista.
Si Maduro se va o le dejan irse,
sin pagar el cruel daño inferido
al pueblo subyugado, que devuelva
o se le incaute antes el dinero
que ha robado, malversado, evadido
y con el narco-tráfico obtenido.
No merece un exilio dorado quien
ha llevado miseria y brutal
represión
al pueblo venezolano.
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