¡ Dinero, dinero ! Cuando más sucio es y se tiene
al alcance, se convierte en gula e ídolo
insaciables.
El amasado por ilícitos medios, si sale a
relucir,
puede abrir la
puerta del trullo, dejando en cueros
la fingida honradez y causando, a la vez,
escándalo
y estupor en el caso de los altos cargos
públicos
que, por ello, están más obligados a cumplir con
la Ley.
Solivianta a la gente íntegra y decente
la regalada
vida, en ocasiones disoluta, de los que amarran
el dinero corrupto que a sus bolsillos se acerca.
No están exentos de culpa quienes,
mirando
para otra parte, se hacen los longuis con las
andanzas de los mangantes “ sentados a su
mesa “.
La comida huele a podrida.
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