De distintas partes de España estaba formado el grupo que peregrinó a Tierra Santa en uno de los repetidos viajes promovidos por los franciscanos. El alojamiento, en las hospederías “Casa Nova” que, con austera dignidad, tiene abiertas dicha orden religiosa en algunos de sus conventos. Por guía un sacerdote español quien, para que nadie se le despistara, iba al frente del grupo con un artesanal mástil en el que ondeaba la bandera española. Cuando precisaba tener libres las manos para alguna lectura bíblica o explicación, otras mantenían la testigo roja y gualda.
El ir a las tierras del origen cristiano, el pisar los sagrados sitios donde María asintió la voluntad divina con el “Fiat”, el del nacimiento de Jesús, el Jordán en donde recibió el Bautismo ,en los que habló, se retiró para la oración y ayuno, se prodigó en milagros, donde fue prendido, juzgado, el vía crucis hacia el Gólgota, crucifixión y Santo Sepulcro de donde resucitó, y tantos otros sitios en los que dejó la huella redentora, produjo en los peregrinos emociones indescriptibles, irrepetibles vivencias internas,abandonos místicos, lágrimas, momentos de placentera serenidad y otros de sofocos en el alma.
El sacerdote-guía lo había advertido: Dios” tocará” a cada cual en el lugar y momento oportunos; el sacerdote también tuvo el suyo en el de la “última cena”, como el especial estremecimiento de una discreta y sencilla joven ante el Santo Sepulcro, los prodigados besos y abrazos de tantos en suelos sagrados o columnas que siguen en pié, cuerpos dejándose caer sobre el sacrosanto firme,…….
En todos esos lugares, como en el Muro de las Lamentaciones, la bandera de España cual otra peregrina, compartiendo y “viviendo” las íntimas sensaciones del grupo. ¡Sublime unión de DOS EN UNO!
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