Se impone detenerse un momento y pensar en las necesidades materiales de la Iglesia Católica y su gran aportación en favor de la cultura, enseñanza, asistencia a los más necesitados, enfermos, olvidados del mundo,etc.
Esta desprendida labor,desplegada por todo el orbe a través de los tiempos, trasciende, por pionera y diversificación de actividades como las enunciadas, a las efectuadas por las distintas ONG en loable solidaridad.
La caridad, el amor a los demás predicado por Jesucristo, rige la inigualable entrega de la Iglesia,que como cualquier institución precisa también mantener y conservar la “infraestructura”( parroquias, locales, patrimonio cultural,etc.) y atender los gastos derivados de la misma.
Siempre hay almas generosas que efectúan donativos, muchas veces de forma anónima,pero reparemos en las canastillas de las colectas parroquiales. Veremos más monedas que billetes de,por ejemplo, 5 €.La costumbre lleva a deshacerse del poco “suelto o calderilla”, o parte de ella,rebuscado en monedero o bolsillo.Seguro que no es por racanería, si no por no reparar en lo que se necesita y en qué medida se puede contribuir: unos más, otros menos,conforme a sus posibilidades.
Mayor aportación se podría hacer a la colecta parroquial, si se distrajera algo de lo reservado para gastos superfluos o simples caprichos.
Alguien podría decir que, en las circunstancias actuales por diversos motivos, no está “ el horno para bollos”. Admitamos reticencias, pero igualmente convengamos que la madre necesita más apoyo de sus hijos cuando mayores son sus achaques-La Iglesia es la Madre de los católicos,aún de los que puedan tenerla en el olvido
Tal vez no sea “políticamente correcto” plantear este tema , incluso “ser mal visto”. Pese a ello convendría reflexionar y tras preguntarnos ¿podemos hacer algo más?, obrar en conciencia.
Muy buen artículo
ResponderEliminarAtender las necesidades de la Iglesia es una obligación moral de sus miembros, pero existen formas más discretas para ello. La discreción es un modo de actuar que evita quedar o hacer que alguien quede en una situación de evidencia innecesaria. Se puede entender mejor lo que digo cuando se observa a varias mujeres pidiéndole la una a la otra alguna moneda porque ella no tiene en ese momento. Teme quedar en evidencia cuando le pasen la bandeja y vean que ella no alarga su mano. Incluso para el que deposíta su óbolo, el simple hecho de pasar la bandeja ya supone una sutil e innecesaria presión. Para atender las necesidades eclesiasticas ya existe la partida del IRPF, los cepillos fijos o incluso la donación personal no necesáriamente en metálico. Me temo que el cesto de colectas o la bandeja no es ya sino una reminiscencia folklórica que la costumbre ha terminado por convertir en un acto quasilitúrgico. Este tipo de actos de cohesión grupal pueden resultar importantes en otro tipo de ámbitos sociales, pero la Iglesia no debería de necesitarlos. De otra parte, recuerdo otra época, de niño, cuando en los humildes pueblos circulaba bastante poco la moneda y algo más la economía del intercámbio, a cierta órden mendicante que giraba regulares visitas a las casas provistos de grandes recipientes y pidiendo simplemente "aceite" que era uno de los productos de la tierra. Era lo que había entonces y aquel era el único modo de proveer parte de sus necesidades. Hoy, aquella costumbre nos parecería fuera de lugar.- Un saludo.
ResponderEliminar“Muy buen artículo” fue mi comentario; sin más. Lo interpreté como una invitación al sostén de la Iglesia, no constriñéndolo a lo anecdótico, con ribetes costumbritas, del encabezamiento “Colecta Parroquial”. El trasfondo del mensaje lo percibí nítido: excitar el compromiso de los católicos con las necesidades materiales de la Iglesia, compatible con la prioritaria espiritual comunión con ella. El modo como se realice el primero queda a elección personal, supeditado a las necesidades de cada uno.El abanico es amplio, cual también lo es la extensa gama de “cepillos”.
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