En plena campaña electoral da la impresión que el personal se desentiende, pasa de mítines y del repaso que las televisiones hacen de los mismos. Los partidos, por lo general, se esfuerzan en pescar a lazo entre comprometidos o agradecidos afiliados para llenar, al menos, 3/4 de plaza y cuando la prevista asistencia no es halagüeña buscan recinto de menores dimensiones para dar la sensación de masiva afluencia.
La gente, inteligente, está cansada de la sobreactuación de los parlantes, sabe de antemano lo que se va a decir: promesas que después suele llevárselas el viento y descalificación del adversario en términos zafios, aliñados con exceso de mentira y villanía, con tal de arrancar aplausos. En esto, los del PSOE son consumados maestros y los del PP, salvo alguna “ rara avis”, con la consigna de “no entrar al trapo”, parecen ursulinas y procuran evitar los excesos para que no influyan negativamente en las optimistas perspectivas que, hasta ahora, anuncian los sondeos. Unos y otros verán lo que están haciendo y nos estamos refiriendo solo a los dos principales partidos con implantación nacional.
No es nada nuevo, viene repitiéndose en cada convocatoria electoral. Abrazan y besan a quien se tercie, especialmente a ancianos, niños y minusválidos, pues eso queda muy bien para la foto, con tal de arrancar un voto.
Salvo los indecisos de última hora, que son los que suelen inclinar la balanza a uno u otro lado, cada cual ya sabe lo que votará el 22 de Mayo, aún tapándose las narices, o si piensa dar plantón a la urna, aunque sucesos imprevistos podrían hacer fallar todos los pronósticos.
Mientras tanto España languidece, los reinos de taifas se cimentan, la traición se ha consumado y como finaliza el poema de Cervantes al túmulo del Rey Felipe II en Sevilla:”…caló el chapeo, requirió la espada, miró al soslayo, fuese y no hubo nada”
Aquí ha habido mucho y muy grave, no debería quedar como si nada hubiera pasado.
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