Aguantar el calor procede,
aliviarlo y evitar el sol
cuando se puede,
caminar por la sombra,
hidratarse y comida ligera,
refugiarse en casa
en sus horas punta,
no arriesgarse a
la insolación
ni a los golpes de calor.
Son las medidas elementales,
que en los veranos se recomiendan,
pero no todos las pueden seguir.
Hay gente que trabaja en la calle,
a pleno sol del día;
otros viven a la intemperie,
rodeados de miseria, bebiendo
en la fuente, mendigando
y pidiendo ayuda por Caridad,
La casuística es variada.
Los segundos son personas
en pena y sin esperanza, a las que
se mira de reojo, se pasa de largo y
no se aguanta la tristeza de sus
ojos.
Los reconfortados, con aire
acondicionado
y la nevera llena en sus casas,
cada vez menos entre la clase media,
no se prodigan lo suficiente,
para aliviar las penurias ajenas.
Se recrean en su suerte y suspiran
por
no engrosar la fila de los
desamparados.
Los benefactores pudientes, las
grandes
superficies de alimentación, algunas
personas
desprendidas y “ Caritas “ suplen en gran
parte
las ineficacias oficiales del pregonado “
Estado
del Bienestar “.
Pese al tórrido calor, da
escalofríos
ver las penalidades de los
desasistidos.
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