El tren, conducido sin cordura,
da muchos vaivenes.
Aflojados los tornillos
de los raíles, puede descarrilar.
Los saboteadores se vanaglorian
de su desleal locura, exclamando:
“ Allá los que viajan en ese convoy,
por haberse subido en él,
no apearse a tiempo
y no subirse en nuestro tren.”
El maquinista le echa más carbón
a la caldera de vapor, para llegar
con premura a la próxima estación,
contar sus pretendidas hazañas
y presumir de “ Ninguno como yo “.
Ocultó que fue él quien ordenó
aflojar las tuercas, y que
desencadenó,
de la cabina de conducción,
los enganches que arrastraban
los vagones de los viajeros.
De nada vale la
explicación dada;
lo pasado queda registrado
en la caja negra del ferrocarril,
en las cámaras de video-vigilancia
y en los testimonios de los pasajeros.
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