Tiempo perdido es
polemizar con un sectario,
convencerle de que está equivocado
y que no tiene razón.
Seguirá a la suya,
insistirá con sus obsesiones
y “ razones “ , disparatadas
afirmaciones, e irritándose
si le contradices o cuestionas
sus datos o infundada argumentación.
Con interlocutores así, en estado de exaltación,
es inútil, conversar, mantener discrepancias
o coincidencias, conseguir un término
medio,
dialogar serenamente y sin alzar la
voz.
Son víctimas de una pulsión
enfermiza que les lleva a discutir y
disentir
sobre cualquier tema y con todo “ quisqui
“
a la menor ocasión.
Sobre cualquier personaje público, famoso o
institucional,
que no sean de su agrado, se explayan con
agravios
injuriosos o calumniosos.
Sus fuentes son los rumores de las redes,
coincidentes con sus fobias y propias
interpretaciones.
En suma: se trata de personas particulares,
tóxicas,
y con síntomas paranoides sobrevenidos,
cuyo trato no se puede siempre evitar.
Cuando no son presa de sus delirios, se
puede
matar el rato con ellas, soportando sus livianas
fantasías y
mentirijillas.
Disfrutan pegando, a los cuatro vientos, “ el
palizón “.
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