El secretario general de la UGT de Madrid , José Ricardo Martínez, dijo ayer- día diecisiete-: "Estamos en una situación de guerra, incruenta, pero guerra al fin y al cabo", mentando la soga en casa del ahorcado, pese a la matización "incruenta".
Con adelanto de un día a la fecha prevista, el diecisiete de Julio de mil novecientos treinta y seis se inició el alzamiento militar en Melilla, Tetuán y Ceuta, y lo que en principio estaba planeado como golpe de Estado, para reconducir la caótica situación de la II República, devino en la guerra civil española.
El dieciocho de Julio del pasado año, el escrito publicado en este blog bajo el título "En el 75 aniversario del 18 de Julio", se iniciaba así : "Hoy se cumplen los 75 años del Alzamiento Nacional que acabó en la denominada guerra civil española( 1936-1939). Para muchos historiadores solventes aquello fue inevitable. El desorden, asesinatos continuados, huelgas salvajes sin parar, la hambruna, la nefasta gestión de los políticos, la bolchevización, un cúmulo de despropósitos, agravios, odios y desmanes hicieron ingobernable el país."
Han cambiado los tiempos y mentalidades, no es previsible ni deseable que se reproduzca una tragedia similar por mal que esté la situación actual. Solo se justificaría una guerra ante agresión bélica exterior, como también la intervención de nuestras FFAA, bajo la dirección del Gobierno, en caso de inminente peligro de la unidad de la Patria española, ya que según nuestra Carta Magna: "La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles..." y " Las Fuerzas Armadas, constituidas por el Ejército de Tierra, la Armada y el Ejército del Aire, tienen como misión garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional."
Trae causa lo hasta ahora escrito porque no conviene jugar con ciertas palabras , por mucho sentido figurado que se le quieran dar. Con frecuencia se vienen utilizando vocablos tales como guerra, lucha, batalla, revolución, sangre, movilización,.., por parte de algunos políticos y sindicalistas, en el ardor de la confrontación dialéctica por discrepancias y reivindicaciones, que bien podrían ahorrarse.
Expresiones como las referidas afloran malos recuerdos de pesadillas históricas pasadas y aumentan la tensión social, cuando lo que se precisa es serenidad y sentido común. Se dirá y no con cierta razón que es mucho pedir cuando tanta gente lo está pasando mal y sin perspectivas seguras de ir a mejor a corto plazo; pero ¿aportan algo positivo vocablos como los referidos? Sinceramente creemos que no; siempre pueden haber algunos que, por precariedad, los tomen a pie de letra. Por otra parte, de agitadores andamos sobrados; bastante hacemos en contener decepción y enfado. Que no nos calienten los ánimos ni los cascos.
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