Si alguna razón les asistía a los mineros astur-leoneses la han perdido con sus violentas y salvajes acciones propias de "kale borroka". Ninguna justificación pueden invocar cuando provocan incendios y levantan barricadas, respondiendo con agresividad a los Agentes de la Autoridad que tratan de restablecer el orden público conculcado gravemente. Quienes dirigen el cotarro o lo alientan harían bien en parar los desmanes por aquello de que las cosas se sabe cómo empiezan, pero no cómo acaban.
Los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad, en sus funciones de preservar la Seguridad Ciudadana, deben actuar con la justa respuesta proporcional necesaria para salvaguardarla, sentir el respaldo de sus mandos, el gubernamental, el judicial y el de todos aquellos que se les llena la boca con las palabras Democracia y Estado de Derecho, aunque respecto a éstos hay algunos que retuercen el significado a su conveniencia y otros en los que es congénita la pusilanimidad.
No viene de más el recordar que, con la actual crisis, no se puede seguir con la tradicional subvención al sector minero, nada rentable desde hace años, y el privilegio sobre trabajadores de otros sectores en lo que afecta a la jubilación y pensiones. Pudo tener su razón de ser en épocas pasadas y duras condiciones de trabajo en parte superadas, pero no en la coyuntura reciente y actual. El querer mantener tales privilegios bajo el chantaje del altercado les descalifica.
Cuando hay suficiencia, comida para todos y si es posible a la carta, mejor; cuando reina la carestía el rancho debe ser por igual y ya se sabe: cucharada a la cazuela y paso atrás. No procede olvidar a los que no tienen hueco en la fila del rancho ni cuchara porque la empeñaron. Que han habido, hay y habrán instalados y pícaros que siempre han comido a la carta, ya se sabe; ese es otro cantar y yantar que merece tratamiento aparte.
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